A 141 kilómetros de Bogotá, está Paime, uno de los municipios cafeteros del departamento de Cundinamarca. Con 42 veredas, más de 4.900 habitantes y escondido entre las verdes montañas de la cordillera andina, su belleza natural, su clima y su gente, encantan a propios y foráneos con el esplendor que hay en cada rincón.

Y fueron precisamente esos detalles los que encantaron a Blanca Pulido de Rocha, una campesina de 65 años de edad, que desde hace tres se enamoró de la vereda Centro, y construyó su casa de madera en el lote llamado Buena Vista, donde vive junto a su esposo Luis Rocha; Iván, su sobrino; Lulú, su perrita; Duque, el gato de la familia y unas 30 gallinas.

Es ama de casa de profesión, dice entre risas, disfrutando de una taza de café, la misma que sale de las dos matas que sembró en su lote de 18 metros de ancho por 42 de largo. Cuenta su historia de luchas y dolores con prudencia, al mismo tiempo que saca agua de un tanque para lavar la ropa.

Solo hizo hasta segundo de primaria, lee y escribe a la perfección, no se deja meter los dedos a la boca y es astuta en cada cosa que hace. Por eso, con ayuda de su esposo, se las ingenia cada semana para ir por agua a pie, la misma que usan para el café, sus quehaceres y “echarles agüita a las matas, porque si no, se me mueren”, dice Blanca. Recorren al menos una hora de camino para llegar a los tanques, pues, aunque en Paime hay varias fuentes hídricas, a su casa el agua llega con dificultad.

Fue esa la razón que llevó a esta mujer de ojos verdes, mirada penetrante y largo cabello gris, a decidir vincularse a un programa de la CAR Cundinamarca, llamado Lluvia para la vida.

“Yo no sabía qué era eso, vinieron (los de la CAR) con los de la Alcaldía y me dijeron que me iban a enseñar a recoger agua lluvia, pa´ que yo la use en mis cositas”, sostiene Blanca mientras consiente a Lulú.

Durante casi un mes, Blanca y otros 60 beneficiarios, representantes de familias con desabastecimiento del recurso hídrico en Paime, recibieron capacitaciones con la Corporación, sobre el uso eficiente y ahorro del agua, reconocimiento del territorio, cuidado ambiental, entre otros temas. Todo esto para que, como sucedió en días pasados, recibieran los kits de recolección de aguas lluvias que permitirá recoger agua en tiempos de fuertes precipitaciones, y que luego puedan usarla en tiempos secos.

“Esto es una bendición, gracias a la CAR vamos a poder tener agua, con mi esposo vamos a poder instalar las cosas que nos enseñaron hoy. Estamos felices de recibir estas ayudas”, exclamó Blanca al momento de la entrega.

Lo que sigue para Blanca ahora es disfrutar de lo que la naturaleza le da. Seguir cultivando yuca y plátano en su finca, cuidar sus gallinas y no tener que caminar tanto por agua.

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