Los arrecifes son importantes por la biodiversidad que albergan y los servicios ecosistémicos que le prestan a la sociedad. Foto: Archivo EL TIEMPO/ Cortesía - Mateo López-Victoria

Este sistema sistema, al parecer, quiere enseñarnos secretos aún ocultos para nuestra ciencia.

Los arrecifes coralinos son considerados uno de los ecosistemas marinos de más alto valor ecológico por la biodiversidad que albergan y los servicios ecosistémicos que le prestan a la sociedad.

El concepto general es que habitan aguas claras y paradísiacas, como sucede, por ejemplo, con las formaciones del archipiélago de San Andrés y Providencia o las del Parque Nacional Natural Tayrona, donde la buena iluminación y las bajas concentraciones de nutrientes permiten que se desarrolle una de las asociaciones más maravillosas de la naturaleza, aquella que hay entre unas células llamadas zooxantelas y los pólipos que constituyen los corales.

Pero esto no es así siempre. Se han descubierto sistemas arrecifales vigorosos en ambientes con todas las características contrarias, que supondrían la inhabitabilidad o posible muerte de ellos: poca luz, mucha carga orgánica, altos niveles de nutrientes e impactados por aguas dulces de grandes ríos con fuerte contaminación.

Uno de estos casos es el arrecife del Amazonas, un sistema de 9.500 km2 en la zona de desembocadura del río Amazonas en el océano Atlántico. Otro es el arrecife de Varadero, en Cartagena, al lado del canal de Bocachica, entre Tierrabomba e isla Barú.

Se trata de un ecosistema nacional muy importante, dado que vive muy bien a pesar de estas condiciones, lo que indica una elevada plasticidad genética de las especies que lo componen; eso lo convierte en uno de muchos ejemplos de cómo la naturaleza trata de adaptarse a los ataques sin consideración que por años los colombianos hemos infligido a nuestras costas y mares.

Hay que sumar otro agravante: se quiere dragar esta zona para la construcción de un nuevo canal de ingreso a la bahía de Cartagena, en una segunda afrenta humana que merece toda la atención.

Es indispensable tener una visión integral científica, social y económica rigurosa de esta área, antes de tomar decisiones que puedan desembocar en la destrucción de un sistema que, al parecer, quiere enseñarnos secretos aún ocultos para nuestra ciencia; de hecho, ya nos dice a gritos que incluso especies mucho menos evolucionadas que la nuestra pueden adaptarse silenciosa y cuidadosamente a nuevos escenarios naturales, sin necesidad de dañar o acabar con los otros seres vivientes. ¿Por qué nosotros no?

ANDRÉS FRANCO
Director del Departamento de Ciencias Biológicas y Ambientales de Utadeo

Fuente: Periódico El Tiempo

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