Hace unas semanas, en su discurso de posesión como Rector de Utadeo, Carlos Sánchez Gaitán expresó que dicha institución cree y ha creído históricamente que la educación superior es el medio más eficaz de promoción y movilidad social. Este pensamiento toma mayor realce cuando se mira con el filtro de las necesidades y amenazas ambientales que sufre el país a nivel terrestre y marítimo, y que no son pocas. Más allá de las dinámicas naturales, no puede negarse que la acción negligente de hombres y mujeres viene teniendo un efecto deletéreo sobre algunas de las más importantes riquezas de la Nación: la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, que nos permiten desarrollar nuestras actividades y lograr el bienestar tan anhelado por toda la sociedad.

No debería existir mayor factor de movilidad social en el sistema educativo colombiano que el cuidado, la conservación y el uso responsable de los recursos naturales que nos brinda el país, porque gracias a ellos podemos vivir, respirar, comer, beber, vestir, construir familia y crecer como individuos en todos los planos de nuestra existencia.

Bajo esta perspectiva, todas las áreas del conocimiento que en escuelas, colegios y universidades van impregnando la mente y construyendo los sueños de niños, jóvenes y adultos, tienen la obligación de mover y promover el lienzo de la naturaleza envolviendo esa construcción de saberes que, de forma dinámica, se da en las comunidades académicas e investigativas de cada región, con sus particularidades y tradiciones locales que tanto engrandecen a Colombia.

Ha de ser la prioridad en nuestro sistema educativo propender por la formación de seres humanos integrales; en este escenario el conocimiento de una disciplina no puede ser solamente el fin de formación, sino una parte de la tríada que acompaña los principios y valores que todo ser humano ha de tener y el respeto y amor por la naturaleza. Un colombiano cuyas raíces se arraigan en uno de los suelos y mares más biodiversos del mundo, no puede ser ajeno a su ADN ambiental. Es impensable que, iniciando la segunda década del siglo XXI, y ante los cambios inminentes y continuos de nuestra biósfera, atmósfera, litósfera e hidrósfera, sigamos un camino al vacío desconociéndonos como parte integral de nuestro planeta y actuado como los Darth Vader de los recursos que nos brinda este cerebro sapiencial y universal de más de 4.400 millones de años, que es nuestra casa: el planeta Tierra.

Tomado de: Periódico El Tiempo

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