Desde el 2017, cuando Barcelona reportaba más de 3.801 palomas, las autoridades implementaron un ingenioso plan para reducir la población de estos animales que causaba contaminación y problemas de higiene. Lejos de afectar la integridad de las especies, que tienen una elevada tasa de reproducción, la ciudad decidió controlar la fertilidad a través de anticonceptivos.

En plazas, parques y calles se instalaron 51 dispensadores que disparaban maíz a las ocho de la mañana, la hora del día en la que, según las autoridades ambientales, estos animales comen un tercio de su alimento diario: diez gramos. Cada aparato dispensó granos de maíz recubiertos de una sustancia anticonceptiva llamada nicarbazina que afectó la ovulación de las hembras.

Con el plan que costó cerca de 130.000 euros al año, las autoridades de Barcelona lograron reducir la población de palomas hasta la mitad en tres años: de 3.801 ejemplares contabilizados en 2017 se pasó a 1.865. Según informaron los servicios de derechos de los animales, de esta ciudad, en las plazas donde se aplicó el tratamiento había cerca de 3.801 palomas, número que disminuyó un 17% en ocho meses. Para noviembre de 2018 esa cifra ya se había reducido al 25% llegando a las 1.814.

El último balance, realizado en 2019, mostró que la tendencia se mantuvo con una población de 1.856 palomas. Según las autoridades ambientales, el plan continuará durante cinco años más y se espera que la población de estos animales se reduzca en un 71,5%. Durante las cuarentenas por el coronavirus, la baja actividad humana y el mantenimiento del uso de anticonceptivos aceleró la disminución de la población de palomas en las zonas más pobladas de la ciudad, como la plaza de Catalunya. Para las autoridades el compromiso de la ciudadanía de no alimentar estos animales también es fundamental, pues hay estudios que aseguran que a diario se gastaban 60 kilos de comida en estas especies.

Tomado de: Diario El Espectador

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