En Chile se busca crear una red de hidrófonos que ayude a identificar ballenas.

A través de patrones sonoros se podría advertir a los barcos de su presencia.

“Las ballenas tienen dialectos regionales. Una ballena azul del Pacífico sur oriental tiene un canto distintivo diferente al que escuchas de una ballena azul antártica”, dice la oceanógrafa inglesa Susannah Buchan, investigadora del centro Copas Sur-Austral de la Universidad de Concepción, en Chile. Esta especialista en bioacústica lleva 10 años “escuchando” el mar en el marco de sus estudios de conservación y manejo de recursos naturales. Lo hace a través de hidrófonos, especie de micrófonos sumergibles que captan el sonido de las olas, explosiones, terremotos y la rica biodiversidad marina.

La Oficina Naval de Investigación de la Armada de EE. UU. (ONRG) la puso en contacto con el equipo de Néstor Becerra, académico del departamento de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Chile. Es especialista en análisis de señales sonoras, ha trabajado en reconocimiento de voz y análisis acústico para la minería, y en la detección de actividad volcánica.

Ambos están generando un ‘software’ que permita identificar rápidamente el canto de una ballena y determinar de qué tipo es. Luego generarán un sistema que automáticamente identifique la presencia de los cetáceos en el océano. “Con este sistema instalas hidrófonos en lugares estratégicos, y pueden captar datos por un año”, dice Buchan.

En el futuro, la idea es que se cree una red de hidrófonos ubicados en lugares estratégicos, como el golfo Corcovado, la costa del Biobío, frente a Valparaíso o en Iquique. “Hasta podemos crear una aplicación, como la que existe en Boston, que alerta a las embarcaciones sobre la presencia de ballenas en tiempo real para así evitar colisiones que causan mortandad”, dice el ingeniero.

También hay que destacar la importancia de la contaminación acústica de los mares, que afecta los ecosistemas. “Las especies marinas han evolucionado en un medio en que es más útil usar el oído que la vista. En los últimos doscientos años, el nivel de ruido en los mares se ha incrementado y esto impide que dos ballenas que están a decenas de kilómetros puedan ‘hablar’ y llegar a reproducirse”, agrega Buchan.

Tomado de: Periódico El Tiempo

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