Con la llegada del 'ciclón bomba' el jueves, tuvieron que suspenderse las clases en los colegios del este de EE. UU. y se cancelaron las operaciones de aeropuertos de la región. Foto: Reuters / Brian Snyder

Los saltos extremos en el clima  son una amenaza constante para cada rincón del planeta

 

La Tierra está experimentando temperaturas extremas a lado y lado del globo. Como observó el mundo, en los primeros días de este año Nueva York vivió uno de los inviernos más fuertes desde 1960, y en Sídney se rompió el récord al llegar a 47,3 °C, cifra que no se veía desde 1939.

2018 comienza con una advertencia a la que debemos empezar a acostumbrarnos: los saltos extremos en el clima son una amenaza constante para cada rincón del planeta y, en especial, para países como el nuestro, donde falta enfoque ambiental en la planeación del territorio.

No se trata de simplificar estos hechos extremos bajo el rótulo de cambio climático. La ciencia es clara en que el clima es un sistema complejo y aún hay un largo trecho por recorrer en investigación sobre estos casos. Es preciso recordar que los fenómenos climáticos, como la ‘bomba meteorológica’ que vive América del Norte, responden a diferentes factores, incluidas variaciones en la presión atmosférica, la temperatura de los océanos o la velocidad de los vientos.

Está claro que la alteración del clima no es necesariamente la única ni la principal razón de eventos locales, pero sería irresponsable negar que la mano del hombre ha descontrolado el sistema planetario y que por tal razón estamos presenciando extremos climáticos cada vez más inesperados.

Colombia debe prepararse para las nuevas condiciones del clima. Hay que actualizar políticas territoriales y de planeación municipal. No puede haber cabida para la negación del cambio climático, como lo intentan ciertos políticos oportunistas que, lejos de asumir la responsabilidad de invertir en ciencia, conservación y adaptación, eluden estos episodios de invierno en busca de una justificación para su ignorancia.
Los incendios forestales en Australia o las emergencias por las nevadas en Estados Unidos no están lejos de las imágenes vistas hace unos meses en las inundaciones en Asia o los ciclones del Atlántico. Tampoco distan de lo vivido en Mocoa el año pasado, cuando un evento de lluvia extrema –unido a la falta de planeación territorial– cobró la vida de centenares de personas.

Todos esos escenarios apuntan –guardadas diferencias geográficas, políticas y sociales– a la carencia de una eficaz adaptación a un sistema climático impredecible y descontrolado que ya en sí es producto de las emisiones incesantes de recursos fósiles y de nuestro abuso de los bienes de la naturaleza.
Con el cambio climático, los escenarios para Colombia proyectan sequías más fuertes en el Caribe, mayores precipitaciones en periodos cortos para el área Andina y, en general, más vulnerabilidad a los efectos de los fenómenos del Niño y la Niña.
Las próximas generaciones seguirán viviendo en carne propia eventos extremos como los que ya empiezan a hacer historia en el 2018. De ahí la absoluta urgencia de adaptarse a las nuevas condiciones del clima. Es imperativo transformar la política territorial para que la adaptación al cambio climático trascienda la construcción de diques o muros para contener las inundaciones. Hay que actualizar la concepción con base en la cual se están planeando los municipios y departamentos ante estos nuevos tiempos de sol y lluvia intensos.

Tomado de: Periódico El Tiempo

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