Rosamira Guillén, directora del Proyecto Tití Cabeciblanco, una iniciativa creada en 1985 para conservar la especie. Foto: Proyecto Tití

Fue ganadora del reconocimiento de National Geographic al Liderazgo en Conservación.

Hace más de 13 años, la barranquillera Rosamira Guillén se vinculó a la Fundación Proyecto Tití, una iniciativa que nació en 1985 con el objetivo de conservar la especie y los bosques tropicales donde habita.

Ella, junto a otros 22 investigadores colombianos, se ha concentrado en monitorear al tití cabeciblanco, uno de los primates en mayor peligro de extinción en el mundo y que solo se encuentra en el país, en los departamentos de Atlántico, Bolívar, Sucre y Córdoba y en el Urabá antioqueño.

Guillén fue una de las invitadas especiales del Congreso Internacional de Biología de la Conservación, un evento que reunió en Cartagena a más de 2.000 investigadores, científicos y jóvenes de todo el mundo, apasionados por la ciencia y la naturaleza, para discutir sobre el futuro y la salud de nuestro planeta.

Después de celebrarse en grandes ciudades del mundo como Nueva York (Estados Unidos), Sídney (Australia) y Beijing (China), el congreso aterrizó este año en la capital de Bolívar en su edición número 28 –terminó este jueves– bajo un tema trascendental: visiones para una vida sostenible en la Tierra.

Rosamira aprovecha cualquier escenario para hablar sobre el tití cabeciblanco, declarado como especie En Peligro (EN) en 1973, tras la exportación de entre 20.000 y 40.000 animales a los Estados Unidos para su uso en investigaciones biomédicas. Se había encontrado que, espontáneamente, los titíes desarrollaban cáncer de colon, por lo que rápidamente se volvieron apetecidos en el mundo para estudiar la enfermedad.

Hoy en día la mayor amenaza para la supervivencia del tití no son los estudios médicos, sino la extensiva deforestación de su hábitat para actividades agropecuarias y para explotación de madera, así como las grandes construcciones y el comercio ilegal de especies silvestres como mascotas.

Según datos del Instituto de Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), el año pasado el país perdió un total de 178.597 hectáreas de bosque. Solo en la región Caribe, donde habita el tití cabeciblanco, se arrasaron 24.509 hectáreas, siendo Urabá, Paramillo, la serranía de San Lucas y los Montes de María los puntos más impactados. 

“Por eso necesitamos convertir al tití en la especie insignia de la conservación de los recursos naturales del país”, le dijo Guillén a EL TIEMPO. “Es necesario garantizar su supervivencia a largo plazo y salvaguardar los ecosistemas en los que habita”, añade.

Con ese objetivo, la Fundación trabaja a partir de cuatro pilares: investigación científica, conservación del bosque, educación ambiental y proyectos comunitarios.

De esta manera se ha podido recopilar información muy importante sobre la población, la dieta, la vocalización, el tamaño de las camadas, el comportamiento reproductivo y la presencia de los depredadores en los bosques donde se mueven los monos.

El primer área de influencia en la que están trabajando queda ubicada entre Bolívar y Atlántico, en dos sectores protegidos que suman un total de 1.725 hectáreas, salvaguardados bajo la categoría de Parque Natural Regional. El otro queda al lado del Santuario de Flora y Fauna Los Colorados, en San Juan Nepomuceno, en una reserva de 70 hectáreas. Adicionalmente, están trabajando en la restauración de 79 hectáreas para convertirlas en corredores ecológicos, con el fin de ampliar el área del hábitat del tití y conectar distintos bosques entre sí.

El tití cabeciblanco es una de las especies más amenazadas del mundo. Solo habita en Colombia.
Foto: Lisa Hoffner (Proyecto Tití)

“La clave está en lograr que la conservación de los recursos naturales sea económicamente viable para las comunidades locales, lo cual asegurará la supervivencia, no solo del tití cabeciblanco, sino también de muchas otras especies de fauna y flora en Colombia”, dice la estadounidense y fundadora del Proyecto Tití, Anne Savage, quien trabaja de la mano con Guillén.

Por eso es que las diez comunidades rurales que viven alrededor de estas áreas reciben capacitaciones para mantener hábitos amigables con el medioambiente y para vincularse a iniciativas de sensibilización y educación. Al mismo tiempo, se incentivan microproyectos que buscan ser una alternativa económica para subsistir, como la elaboración de mochilas a base de bolsas plásticas reciclables, artesanías, peluches de felpa y la reforestación.

Gracias a este trabajo, Rosamira Guillén ganó este año el National Geographic Society/Buffet Award por Liderazgo en Conservación. Las personalidades distinguidas con estos premios son aquellas que se han posicionado a lo largo del tiempo como defensores acérrimos de la conservación de la biodiversidad de su región o país.

En el congreso de Cartagena, donde Guillén compartió sus avances, se discutieron varios temas adicionales, que van desde el pago por servicios ambientales y el recorte presupuestal de la cartera verde para el próximo año, hasta la relación que hay entre el optimismo y la conservación, y la necesidad de seguir comunicando las amenazas que aquejan y desequilibran al planeta.

Allí, Guillén mostró su preocupación sobre la etapa que vive el país tras la firma de la paz con las Farc que, irónicamente, mantuvo aislados y protegidos varios ecosistemas durante las últimas cuatro décadas.

“El reto que antes teníamos muchos de nosotros, por cuestiones de seguridad, era acceder a ciertos lugares para hacer investigación. Ahora podemos hacerlo, pero con nosotros, que queremos hacer conservación, también llegaron otros que quieren hacer desarrollo en contravía del medioambiente. Es un arma de doble filo, y estamos asustados y preocupados de que el Gobierno no pueda controlar la situación”, comenta Guillén.

Según registros de la Fundación, en los últimos seis años el tití cabeciblanco ha pasado de 7.400 a 7.000 individuos en el área de trabajo. La idea es llegar a Sucre, Córdoba y Antioquia para tener el panorama general de todas las especies que hay en el país.

Hace más de una década, Guillén dejó de lado su profesión de arquitecta para dedicarse a la conservación de los titíes. Hoy, con 51 años, asegura que tomó la mejor decisión, pues los cabeciblancos son “mi verdadera misión en la vida”.

Fuente: Periódico El Tiempo

Artículo anteriorEMPEZAMOS A VIVIR A CRÉDITO CON LA NATURALEZA
Artículo siguiente¿CÓMO AYUDAR AL MEDIO AMBIENTE? 10 ACCIONES PARA AYUDAR AL PLANETA